El SEXO segun las etapas de la vida...
ADOLESCENCIA
En esta etapa, el interés por todo lo relacionado con el sexo cobra
una enorme importancia, hasta el punto de que llega a centrar la mayor
parte de los pensamientos y de las conversaciones con el grupo de
amigos.
Hasta mediada la adolescencia, la
masturbación va a ser la principal
actividad sexual de chicos y chicas (hay que desterrar la idea de que
sólo se masturban los chicos), que les sirve para conocerse mejor y como
fuente de desahogo y placer.
Una de sus mayores inquietudes es la de cuándo comenzarán a mantener
relaciones sexuales, especialmente el coito: ser o no ser virgen,
‘haberlo hecho’ o no, se perfila como una frontera que distingue a los
“pardillos” de los “líderes”, a las “buenas chicas” de las “lanzadas”…
Aquí, las actitudes machistas tienen un peso importante, pues todavía
hoy se sigue midiendo por un rasero distinto a ellos y a ellas.
Todo esto puede ir generando una ansiedad en el adolescente. Estar o
no a la altura, ceder a la presión del grupo, no sentirse marginado…
puede provocar que se llegue a las relaciones sexuales sin que sea un
acto decidido libre, madura y responsablemente. De hecho, la edad a la
que los chicos y las chicas españolas comienzan a tener relaciones
sexuales con penetración es cada vez más precoz: la media se sitúa entre
los 16 y los 17 años, lo que implica que hay muchos que ya las tienen
antes de esa edad.
A menudo, la falta de madurez implica también irresponsabilidad a la
hora de controlar la
anticoncepción. No hay duda de que los adolescentes
saben perfectamente que los embarazos se producen por relaciones
sexuales sin protección, pero eso no impide que en España, cada año,
30.000 menores de 20 años se queden embarazadas sin desearlo.
Por una parte, no saben bien cómo utilizar los métodos
anticonceptivos; por otra, les surgen un sinfín de ‘razones’ para no
emplearlos: encuentros esporádicos y muchas veces inesperados, consumo
excesivo de alcohol… Asimismo, muchas chicas se quedan embarazadas por
ingenuidad (tienden a creer lo que les dicen sus parejas o las amigas), o
no le piden a su compañero que se ponga un preservativo por temor a que
él pueda pensar que está con otros chicos y pueda dudar de su
fidelidad.
Es, en definitiva, una etapa maravillosa y, al mismo tiempo, muy
conflictiva: el descubrimiento del sexo puede ser una enorme fuente de
placer y satisfacción, pero también de conflictos.
EDAD ADULTA
Hacia los 20 años, el sexo continúa siendo una prioridad entre los
jóvenes, pero las cosas están más claras: se es más maduro, ya no se
tiene la presión de la virginidad (pues lo habitual es que a esta edad
ya se haya perdido) y comienzan a interesar más los aspectos emocionales
y afectivos de una relación. La masturbación continúa estando muy
presente, y, al parecer, es la principal fuente de orgasmos de las
chicas, posiblemente porque todavía sus parejas tengan poca pericia o
porque ellas mismas sientan apuro de decir en la cama lo que desean.
A partir de los 30 años se considera que comienza la plenitud de la
vida sexual de una mujer: no sólo conoce ya su cuerpo, sino que también
está más segura de sí misma, de sus necesidades y apetencias, y es más
decidida para pedir a su pareja lo que desea. El temor a los embarazos
no suele provocar tanta ansiedad como en edades previas: por una parte,
está muy familiarizada con la anticoncepción y, por otra, es un momento
en el que un embarazo inesperado no tiene por qué significar
necesariamente un drama (como puede ocurrir en el caso de las
adolescentes).
De los 40 en adelante, se suele dar una disminución en la frecuencia
de las relaciones sexuales. Pero no se trata de que desaparezca el
interés por el sexo o de que disminuya el deseo; basta con ver lo que
ocurre con tantos hombres y mujeres que a esa edad terminan una relación
duradera y empiezan una nueva: el sexo brota con tanta intensidad como
en los años juveniles. En realidad, lo que suele ocurrir en esta edad es
que la rutina conyugal, el acomodamiento y los pequeños (o grandes)
desencuentros de la pareja van adormeciendo el deseo por el otro. Por
otra parte, suelen ser años de crianza de hijos y de cansancio, de poco
tiempo libre y de cierta
pereza sexual.
MENOPAUSIA
Siempre se ha dicho que éste es un momento de riesgo para el sexo. Y
así es: aunque, médicamente, la menopausia no es sino el cese de la
menstruación, no cabe duda de que para una mujer es mucho más.
Dejar de ser fértil puede vivirse de diferentes maneras: para
algunas, significa disfrutar de una sexualidad no amenazada por la
posibilidad de un embarazo no deseado, así como la liberación que supone
la desaparición de la regla. Para otras, puede ser un amargo
recordatorio del paso del tiempo; en este sentido, los cambios que se
suelen producir en la figura de la mujer (más kilos, más retención de
líquidos, menos cintura…), pueden propiciar que baje la autoestima y que
se rehúyan las relaciones sexuales por el descontento que origina el
propio cuerpo. Por otra parte, en el plano estrictamente físico, uno de
los inconvenientes de la menopausia es que se puede dar una menor
lubricación vaginal y, en consecuencia, que las relaciones sexuales se
hagan molestas o dolorosas. Para paliar esta sequedad son muy útiles los
lubricantes vaginales que, además, pueden incorporarse a los
juegos de la pareja.
A esta edad, además, suceden otras muchas cosas que pueden también
condicionar el disfrute de la vida sexual: el síndrome del nido vacío
(pena por la marcha de los hijos de casa), los efectos de medicamentos
recetados para combatir problemas típicos de la edad, la dificultad para
conseguir una pareja nueva tras una separación.
MADUREZ
La sexualidad en las personas mayores o en los ancianos está rodeada
de falsas creencias, de mitos que van perpetuando la idea de que el sexo
en la tercera edad es innecesario, anómalo, desaconsejable o
anecdótico. Se tiende a pensar que el interés por el sexo es un hecho
anormal en las personas de edad, que este interés se debilita en la
menopausia y termina desapareciendo, o que ya no hay capacidad
fisiológica para tener relaciones sexuales… Se trata de una idea social
que puede propiciar que los propios ancianos terminen convenciéndose de
que ‘debe ser así’ y resignándose a ello (una más de las renuncias de la
edad), cuando las investigaciones médicas indican que, mientras se
conserve un buen estado de salud, no hay razón para que desaparezcan el
interés y las prácticas sexuales (los estudios señalan que el 85% de los
mayores de 60 años continúan disfrutando del sexo).También se ha visto
que el modo en que los mayores se enfrentan a su sexualidad está muy
relacionado con la actitud que han mantenido ante el sexo a lo largo de
su vida: quienes siguen anclados a un modelo juvenil o adolescente de la
sexualidad serán quienes peor vivan esta etapa, pues no aceptan los
cambios y los problemas derivados de la edad.
Los inconvenientes más comunes relacionados con la vida sexual de los
ancianos suelen ser: la falta de pareja, la dificultad para encontrar
privacidad (si viven en residencias o en casas de familiares), o las
limitaciones físicas para poder mantener relaciones sexuales.
Este último aspecto es importante: cuando envejecemos, tenemos más
posibilidades de sufrir enfermedades que pueden afectar a nuestra
respuesta sexual (artritis, enfermedades cardiacas, diabetes…), o de
estar tomando medicamentos que causen efectos secundarios que alteren
negativamente a la sexualidad. Junto a estos aspectos médicos, también
tiene importancia el efecto psicológico de la enfermedad: sentirnos
enfermos puede provocarnos una apatía sexual, y el impacto de un
diagnóstico grave o que limite nuestra esperanza de vida puede ocasionar
cuadros depresivos o paralizantes que tengan como consecuencia un
rechazo o desinterés hacia la sexualidad. Asimismo, con la enfermedad
puede ir cambiando la relación de pareja: el cuidador tal vez sienta que
no es correcto demandar relaciones sexuales a su pareja enferma, y ésta
quizás se sienta poco atractiva, poco deseada…
EMBARAZO
Aunque no hay razones para evitar las relaciones sexuales en un
embarazo que discurre con normalidad (sin hemorragias, amenaza de aborto
o prescripción médica de descanso), no cabe duda de que, muchas veces,
la sexualidad de una pareja se ve alterada en este periodo. Es posible
que la mujer embarazada se sienta molesta, tenga miedo a dañar al bebé
o, sencillamente, esté muy fatigada. También el hombre puede ver
alterado su deseo sexual: tal vez le generen desasosiegos los cambios
que se van produciendo en el cuerpo de su mujer, y comience a verla más
como madre que como pareja sexual.
En esta época, los trastornos sexuales más frecuentes suelen ser
problemas de deseo sexual en uno o ambos miembros de la pareja, así como
una cierta dificultad de la mujer para alcanzar el orgasmo. En el lado
opuesto, es relativamente frecuente que las embarazadas sientan, sobre
todo a partir de segundo trimestre de gestación, un incremento de su
deseo sexual; suelen decir que están permanentemente excitadas y, si su
pareja les sigue en este interés, con el tiempo recuerdan sus embarazos
como uno de los momentos de mayor intensidad sexual de su relación.
Una creencia que puede ser limitante para disfrutar con plenitud de la
sexualidad es la de que el coito o una penetración profunda podría
llegar a dañar al feto. Hay que decir que éste se encuentra
perfectamente protegido en el saco amniótico, pero si, aun así, se
tienen dudas al respecto, es conveniente consultarlas con el ginecólogo,
que será quien aclare los riesgos y peligros. En cuanto a las
posiciones, suelen recomendarse aquéllas en la que no se descarga el
peso sobre el abdomen. Aun así, no está de más recordar que la
sexualidad es mucho más que una relación coital con penetración…
POSPARTO
No hay una fecha establecida a partir de la cual se puedan comenzar a
mantener relaciones sexuales tras el alumbramiento: dependerá,
fundamentalmente, de cómo se encuentre física y anímicamente la madre.
Tradicionalmente se ha considerado la cuarentena como el periodo lógico
de abstinencia, pero cada pareja es un mundo, de modo que algunas pueden
desear retomar su actividad sexual dos o tres semanas después del
parto, mientras que a otras les llevará bastante más tiempo el poder
volver a tener relaciones coitales.
El estado físico de la madre es esencial, como también lo son las
circunstancias del parto: si ha sido cesárea, si ha habido episiotomía
(cuantos puntos le han dado, si éstos se han infectado o no…) u otro
tipo de desgarro… No tiene mucha lógica intentar acelerar el proceso de
tener relaciones con penetración mientras la mujer siente que todavía no
está preparada para ello; la vagina ha sufrido importantes cambios
durante el parto y tiene que volver progresivamente a la normalidad… Una
vez más, es el momento de recordar que el juego sexual no se basa en la
penetración: hay muchas otras prácticas placenteras con las que, al
mismo tiempo que se consigue satisfacción sexual, también se refuerza la
intimidad de la pareja y la afectividad. Estas prácticas son también
adecuadas para que la mujer no se quede anclada en el papel de ‘madre’ y
recupere su identidad sexual.
Es muy frecuente que se sienta una cierta sequedad vaginal. Para
aliviarla, pueden ser muy útiles los lubricantes, que deberán ser
hidrosolubles y no tipo vaselinas o aceites minerales, pues éstos se
adhieren a la mucosa vaginal y pueden facilitar el desarrollo de
gérmenes y disfrazar las infecciones hasta que estén demasiado
avanzadas.